INDÍGENAS DEL XINGÚ

xinguEn la zona nororiental del estado de Mato Grosso, en Brasil, existe una inmensa área protegida, donde no se puede deforestar ni construir. Es la tierra de los indígenas del Río Xingú, los cuales, en realidad, pertenecen a diversas etnias y hablan diferentes idiomas.
El Río Xingú, con sus 2100 kilómetros de longitud, es el sexto afluente más largo del Río Amazonas, y su cuenca fluvial, de 531.000 kilómetros cuadrados, es comparable con la extensión de España.
En la zona de resguardo indígena, la cual tiene 27.000 kilómetros cuadrados de grandeza, conviven aproximadamente 6000 autóctonos de 14 etnias distintas.
Según el arqueólogo Michael Heckenberger, alrededor del 800 de nuestra era se establecieron en las orillas del Xingú algunos grupos de Arawak, provenientes del actual Roraima.
En la región ya había indígenas de idioma Je, uno de los cuatro grupos lingüísticos principales de Suramérica. Entre 1400 y 1600 se construyeron varios pueblos fortificados, con una superficie de hasta 50 hectáreas.
Ulteriores estudios arqueológicos comprobaron que en los siglos siguientes se establecieron pueblos de lengua Caribe en el sector. Entre 1650 y 1750 tuvieron lugar los primeros enfrentamientos entre los exploradores portugueses (llamados bandeirantes) y los nativos, los cuales con frecuencia terminaron en tragedias.
No fue solamente el impacto bélico, pues, en efecto, para los portugueses los nativos significaban sólo un problema que había que eliminar para alcanzar más rápidamente sus objetivos, es decir, encontrar grandiosas riquezas mineras, sino también la difusión de nuevos virus y bacterias, la cual redujo drásticamente la población de los indígenas.
Justo alrededor de 1750 d.C., algunos pueblos de lengua Tupi-Guaraní, como los Kamayurá y Aweti, llegaron a la zona del Río Xingú. Hacia fines del siglo XIX, arribaron otras etnias como los Trumai, Bakairi, Suyá e Ikpeng.
El primer científico que llegó al territorio y que sucesivamente proporcionó valiosa información sobre diversas tribus de nativos y sobre la flora y fauna de estas regiones fue el etnólogo alemán Karl Von den Steinen, quien en 1884 exploró el alto curso del Xingú y algunos de sus sub-afluentes.
A partir de 1954, el explorador italiano Antonio Filangieri di Candida Gonzaga efectuó algunos viajes a la zona del Xingú, transmitiendo importantes descripciones de la vida, usos y costumbres de la etnia Carajá.
El área protegida fue creada en 1961, justamente para preservar la existencia de pueblos indígenas en vía de extinción, además de un oasis natural y faunístico de invaluable importancia.
Una de las etnias más relevantes que habita la zona del Xingú es la Kamayurá, perteneciente al grupo lingüístico Tupi-Guaraní. Por lo general, sus integrantes viven en pueblos circulares, donde las malocas (típicas chozas amazónicas), están puestas en círculo alrededor de una plaza principal. Éstas pueden alcanzar los 30 metros de longitud y los 10 de altura, y hospedan a varias familias que viven en forma comunitaria.
El acceso de los jóvenes a la vida de los adultos se efectúa todavía mediante particulares rituales, en los que los jóvenes se encierran en un recinto durante un tiempo bastante largo (a veces más de un año), y pueden tener contacto sólo con personas específicas. Durante este período se enseña a las chicas una especie de arte marcial, llamado huka-huka, relacionado con las costumbres cosmológicas de su cultura. Normalmente, para las chicas, este procedimiento coincide con sus primeras menstruaciones, mientras que para los chicos la ceremonia tiene que ver más con el refuerzo de su carácter, con el fin de prepararlos para la vita comunitaria.
Este tipo de ceremonia de iniciación a la vida adulta se ve también en otras culturas de Suramérica, como por ejemplo en los Wayuu de Colombia.
En la cultura Kamayurás, el tiempo que el joven permanecerá encerrado influirá en su vida futura, o bien, mientras más tiempo se quede recluso, más poder tendrá una vez que vuelva a la vida normal. Cuando este rito termina, se le da un nombre definitivo a la persona, el cual sustituye al nombre otorgado en el nacimiento.
En algunas de estas tribus se practica todavía el infanticidio, comúnmente aplicado a gemelos o a niños que tienen malformaciones genéticas. Esta macabra costumbre se efectúa mediante el ahogo, pero la fundación brasilera para la protección de los indígenas está haciendo lo posible para hacer que los bebés rechazados se den en adopción.
La sociedad de los Kamayurás es patriarcal, basada en la herencia. El cacique es el máximo responsable de la comunidad tanto política como espiritualmente. Luego está la figura del Pajé, un chamán respetado por sus funciones religiosas, el cual toma también a veces decisiones políticas en un nivel inferior respecto al cacique.
Los Kamayurás practican la poliginia, y el sujeto que tiene más esposas disfruta de más alto status social.
Su religión es monoteísta, cuyo Creador supremo es conocido como Mawutzinin, quien encarnó en la creatura humana primigenia. Según las creencias locales existe un principio activo, llamado Mamaé, que puede ser dañino o benévolo según el caso. Con los rituales chamánicos basados también en la ingestión de plantas alucinógenas se puede acercar el Mamé positivo y expulsar al negativo.
Las festividades llamadas Quarup son muy importantes entre los indígenas del Xingú, en las cuales se rinde homenaje a indígenas fallecidos. El rito, centrado en la figura de Mawutzinin, reúne a varias etnias del valle, no sólo los Kamayurás, puesto que las tradiciones son comunes, exceptuando el origen y la lengua diferentes.
Durante las celebraciones se puede asistir a la lucha ritual llamada huka-huka, y también al momento del “trueque”, en el cual se intercambian armas, tejidos y otros objetos, cumpliendo con ritos ancestrales.
La dieta de los Kamayurás está basada en mandioca y pescado, muy abundante también en los afluentes del Río Xingú.
La vida de los indígenas del Xingú, la cual sería impensable que se desarrollara fuera de su ancestral territorio, está lamentablemente amenazada por enormes intereses económicos: ya en 1989 una gran empresa brasilera empezó los trabajos de construcción de gigantescas digas para producción hidroeléctrica sobre la zona protegida tanto del Río Xingú como del Jiriri, su afluente principal, pero luego de grandes marchas indígenas de protesta, tales proyectos fueron abandonados.
Actualmente se está estudiando la posibilidad de construir una colosal diga llamada Belo Monte en el Río Xingú (en el estado de Pará), pero algunos críticos de esta inmensa obra sostienen que sería inútil, ya que durante los tres meses secos no se podría producir electricidad a causa del bajo nivel del río.
El otro proyecto descomunal es el de la diga de Babaquara, que inundaría aproximadamente 6000 kilómetros de selva tropical con una incalculable pérdida de biodiversidad. Ambos proyectos causarían excesivos daños a los autóctonos del área protegida, quienes verían alterados sus delicados ecosistemas fluviales y forestales.
En la última foto, tomada por un satélite, se ve cómo la región del parque indígena Xingú (en verde), está casi totalmente rodeada por zonas cultivadas de soya (en blanco). El aumento exponencial de las tierras cultivadas de soya y utilizadas para la ganadería bovina, y la consiguiente destrucción de enormes territorios de selva virgen es motivo de gran preocupación, no sólo porque amenaza directamente a los pueblos indígenas que dependen del ambiente circundante para su supervivencia, sino también porque causa innumerables daños ambientales y pérdida de biodiversidad, que una vez perdidos no podrán ser recuperados nunca más.

YURI LEVERATTO

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